El olor era tan fuerte que ardía en los ojos. Nadie sabía de donde venía ni que podía causarlo. Hicieron cientos de estudios y exploraciones para encontrar el foco de aquel olor pero nada, cada día era más fuerte.
Las mascarillas se hicieron necesarias y la gente se acostumbró a usarlas todo el tiempo.
Un día, el primer día de primavera, el olor desapareció como había aparecido, sin razón aparente.
Lo malo es que como todos se habían acostumbrado a las mascarillas y a las dosis extra de perfume, no se dieron cuenta del cambio.
Espero que alguien descubra pronto que ya no huele a podrido en la comarca y puedan disfrutar de nuevo de oler las flores, el café recién hecho, la lluvia, la hierba cortada y todas las cosas agradables que hay por oler.