El paso del tiempo le había dejado sendas marcas. Había perdido el brillo y el color que antes tenía.
Se había resignado a esperar, triste y sola el final de sus días, hasta que alguien la encontró, la limpió, le dió una mano de pintura con delicadeza y le devolvió su espacio en el centro del comedor.
Con aquella mano de pintura, había comenzado su nueva vida.
SIEMPRE HAY ESPERANZA. BESOS.
Me gustaMe gusta