Una mañana al despertarse noto una sensación extraña. De pronto, le preocupaba enfriarse a causa de la ola de frío. Busco el abrigo más gordo que tenia y se fue a trabajar.
A la hora de comer, llego a su cabeza la posibilidad de perder su empleo. Y empezó a trabajar con angustia.
Dejo de comer grasas, de realizar deportes de aventura, de salir por la noche y de ir en moto.
Tenía tanto miedo a morir, que al poco tiempo, dejo de vivir.
Comprendió esto cuando le detectaron una enfermedad degenerativa y le dieron una fecha.
En ese momento, la suerte ya estaba echada. No había restos de temor en ella, solo lamentaba haberse tenido que dar cuenta de lo que significaba vivir de esa manera. Disfruto al máximo su tiempo límite y cando volvió al medico para recoger unos análisis, este le dijo que lo sentía mucho pero había cometido un error con su primer diagnostico y estaba sana como una manzana. Lloro de alegría, llamo a familiares y amigos y organizo una fiesta en honor a la vida.
El médico guardó ese diagnostico equivocado, para el próximo muerto viviente que entrara en su despacho.
Tomamos nota, hija. Besos.
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¡¡¡Bravo por el médico!!! A veces necesitamos una patada en el culo para darnos cuenta de lo que tenemos, y para no olvidar que hay vida antes de la muerte.
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Si. Mejor no esperar a que nos den un
susto para disfrutar.
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Nunca sabe uno por donde le va a dar la vida, justo el otro día hablaba con tu madre sobre que hay que vivir a tope todos los días porque como yo digo siempre «2 de siete es poco». No podemos vivir a medias. 😉
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Si. Lo de vivir sólo para el fin de semana es perder mucho tiempo que no vuelve.
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