Hogar, dulce hogar. Día 145

Siempre había querido vivir en un hogar lleno de amor que rezumara alegría por todos los rincones.

Por alguna razón que no llegaba a comprender, su casa era fría y sin sentimiento. No importaba cuantas revistas de decoración comprara o cuánto dinero se gastase en muebles hechos a mano, su casa, aunque bonita y digna de un catálogo, no era el «dulce hogar» que deseaba.

Un día, tomando café con una amiga se sinceró y compartió su preocupación. La amiga sonrió y dijo:

-Vente a casa un momento anda.

Fueron a casa de su amiga y al abrir la puerta se sentía el hogar.

-¿Cómo lo haces? Le pregunto a la amiga.

-Vivo aquí. Este cuadro de aquí, lo hizo mi madre para tapar el agujero que hizo un corcho de botella de champán hace un par de Navidades; esta figura hecha con pinzas de la ropa, un poco fea, fue mi regalo del amigo invisible del trabajo el año pasado; esta planta tapa una mancha en el parqué que hizo el pequeño cuando decidió jugar con el zumo en lugar de bebérselo; esta manta es la primera que conseguí tejer yo solita con estas manitas. Y así todo…Una casa se hace con muebles y objetos, un hogar con recuerdos y emociones.

¿Tendría razón su amiga? Tomaron otro café y al volver a casa decidió tirar todas las revistas de últimas tendencias para la casa y empezar a disfrutar de aquel lugar. Preparó una deliciosa cena, puso música y a continuación se preparó para leer un buen libro con una taza de chocolate caliente. Le entro la risa cuando un poco de ese chocolate cayó sobre su carísimo sofá y pensó en lo que tejería para cubrir la mancha. ¿Llevarlo al tinte? Ni loca, aquel era el primer recuerdo de su hogar, dulce hogar.