Misteriosa persecución. Día 357

Llevaban años siguiendo su rastro. Cuando parecía que por fin iban a alcanzarlo, de alguna manera inexplicable, siempre se evaporaba. Desaparecía por completo sin dejar rastro.

Pero esta vez tenían todo lo necesario. Habían cubierto el terreno de trampas y lo esperaban bien camuflados.

Algo se movió en la oscuridad, un ruido por aquí y por allá.  De pronto se cerró una de las trampas ¡Lo tenían!

En ese momento, su madre encendió la luz del jardín y los llamó para cenar.

Juraron y perjuraron haber visto al duende decirles adiós con la mano antes de esfumarse ante ellos, por última vez.