Juan no sabía.
Juan nunca sabía nada.
-¿Qué hacemos para cenar?
-No lo sé.
-¿Cuánto tarda en hacerse la pasta?
-No lo sé.
-¿Cuánto tardarás en hacer este informe?
-No lo sé.
-No lo sé. No lo sé. No lo sé…
Con el tiempo, la gente dejó de preguntarle. Era una perdida de tiempo. Él nunca sabía nada.
Y cada vez que Juan decía «no lo sé», sabía una cosa menos.
Al final, llegó el día en que no sabía si estaba vivo o muerto. Nadie lo sabía.